Hipertensión arterial, triglicéridos y colesterol altos, tabaquismo, obesidad, entre otros. Son los principales factores relacionados a la aterosclerosis, una enfermedad que deriva en la formación y acumulación de placas de grasa en las arterias, causando paulatinamente su estrechamiento y endurecimiento, dando lugar a su vez a obstrucciones o bloqueos del flujo sanguíneo. ¿Lo que sigue? Infartos o accidentes cerebrovasculares.
Herencia y ¿epigenética? #
Más allá de los hábitos y conductas posibles de detectar y revertir, algunas de las causas son silenciosas y capaces de pasar inadvertidas durante mucho tiempo, solo para hacerse evidentes con un evento devastador y casi siempre irreversible. Es el caso de los rasgos congénitos, esas características o anomalías presentes desde el nacimiento, y que muchas veces esconden riesgos eventuales de diversa índole. La posibilidad de comprenderlos para lograr controlarlos o frenarlos es una cuestión que entusiasma a científicos y científicas de todo el mundo, y por estos días un equipo argentino celebra un importante hallazgo alcanzado junto a colegas estadounidenses y publicado en la revista Journal of Lipid Research.
Dedicados por muchos años a estudiar una variante –o mutación– de la proteína APOA1, principal componente de la lipoproteína de alta densidad HDL, más conocido como colesterol “bueno”, los autores de esta nueva investigación seguían sin descubrir dónde estaba la falla que la hacía patogénica, es decir, capaz de causar enfermedades. Porque no había, ni hay duda: el porcentaje de la población que porta esta mutación desarrolla complicaciones cardiovasculares como la aterosclerosis en etapas tempranas de la vida. “Desde que se la descubrió en 1982 hasta ahora, no se lograba descifrar la causa subyacente que conecta esta mutación a los síntomas observados en pacientes”, señalaron Ivo Díaz Ludovico, becario del CONICET al inicio de la investigación, y Marina González, investigadora del organismo, ambos en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de La Plata (INIBIOLP, CONICET-UNLP).
En tanto la mayoría de los estudios científicos sobre el tema se concentraban en revisar minuciosamente las funciones de esta proteína, Díaz Ludovico y sus colegas pusieron el foco en su estructura, y fue recién entonces que, luego de someterla a una combinación de técnicas de biofísica avanzada y análisis clásicos, detectaron la alteración que, sostienen, sería la causante escondida de la falla en su funcionamiento. Según indicó González, “en el laboratorio del INIBIOLP sólo se habían estudiado algunos aspectos de la función de la proteína mutada y habíamos observado que no podía remover colesterol de las células como lo hace la proteína normal”.
Así, Díaz Ludovico se contactó con el Departamento de Patología y Medicina de Laboratorio de la Universidad de Cincinnati, Estados Unidos, un espacio de investigación con una vasta experiencia en el estudio de problemas estructurales de las proteínas, donde pusieron en práctica un entrecruzamiento químico seguido por una espectrometría de masas, mediante la cual lograron detectar que la estructura de esta variante de APOA1 era anómala comparada con la proteína nativa, es decir, sin la mutación. “La falla más importante la vimos en su interacción con más moléculas de APOA1, es decir su autoasociación, un aspecto fundamental para esta proteína”, subrayó Díaz Ludovico. Y añadió que “en su estructura monomérica, es decir cuando es ella solita, ya presenta aberraciones, es decir anomalías importantes. Si bien esto no explica per se su patogenicidad, es un fuerte indicador de que la disfunción estaría a nivel de la estructura”. El equipo tiene algunas hipótesis de lo que podría suceder posteriormente, aunque aclara que todavía hacen falta estudios para comprobarlas o refutarlas. Por un lado, sospechan que la proteína en este estado podría ser más propensa a una interacción descontrolada y, por otro, que no lograría la forma adecuada que tiene que tener para cumplir esa función de colesterol “bueno”.
“Esta interacción deficiente consigo misma podría dar lugar a agregaciones anómalas, una especie de semilla que ya desde su origen es incapaz de generar estructuras funcionales”, explicó Tricerri. La segunda de las hipótesis, por su parte, tiene que ver concretamente con el transporte del colesterol acumulado en las arterias, que el colesterol “bueno” engloba para llevar al hígado. “El HDL vacío tiene forma de un disco y, al cargarse con los lípidos y grasas, se rellena y adquiere un formato esférico para transportar la mayor cantidad posible. Pero este fenómeno depende de la autoasociación de APOA1 durante el proceso y, si eso fue deficiente, es probable que no se alcance la forma o el tamaño del HDL adecuados para una correcta remoción”, expresó Díaz Ludovico. Un punto que resaltan los autores de la investigación es que esta proteína tiene muchas otras mutaciones conocidas, algunas patológicas, y que normalmente repiten patrones, con lo cual descubrir el problema en esta variante en particular podría servir para explicar la causa de otros problemas de salud.
Cita #
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El estudio The congenital APOA1 K107del mutation disrupts the lipid-free conformation of monomeric APOA1 and impairs oligomerization (La mutación congénita APOA1 K107del altera la conformación libre de lípidos del APOA1 monomérico y perjudica la oligomerización) fue publicado en Journal of Lipid Research. Autores: Ivo Díaz Ludovico, Marina C. González, Horacio A. Garda, Romina F. Vázquez, Sabina Maté, María A. Tricerri, Nahuel A. Ramella, Shimpi Bedi, Jamie Morris, Scott E. Street, Esmond Geh, Geremy C. Clair, W. Sean Davidson & John T. Melchior.
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El artículo Identifican la falla en una proteína del colesterol “bueno” que predispone al riesgo cardiovascular, con la firma de Mercedes Benialgo fue publicado en la sección de noticias del CONICET
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